Monday, August 24, 2009

MI RABIA VS LO POLITICAMENTE CORRECTO por osvaldo raya

La rabia es patrimonio de los hombres de faja recia y gran calibre porque no tienen miedo al compromiso –y patrimonio es también, ¡claro!, de las mujeres de ley, las bien plantadas. Sólo el indiferente no tiene rabia y no alcanza a entenderla en los demás y so pena de sospechosa tolerancia y extraño sentido de lo que es o no civilizado le lanza dardos camuflados pero hirientes al que drena espontáneamente su dolor y todo lo que siente, sin ciertos intermediarios mentirosos. Lo políticamente correcto no es otra cosa que lo políticamente muy cobarde... Nada, que nuestra rabia viene de defender nuestro amor. Y es que no hay amor que no tenga de guarda espalda ‒ni tesoro‒ un dragón que eche fuego por sus fauces. Digo pues que nuestra rabia es sagrada porque es guardián de toda la ternura de la que somos capaces y de todos nuestros sueños de libertad.
Yo pongo en el altar de lo puro y legitimo nuestra rabia de cubanos; pero aún más rabia nos va a hacer falta para que quede más seguro y mejor guardado nuestro amor a Cuba. No vamos a olividar las llagas. No podemos olvidarlas. No debemos. Y si otros allá en la Europa civilizada en donde la izquierda bulliciosa y bestial quema llantas de coches y banderas de Israel y de los Estados Unidos o si los partidarios de Zelaya en la Honduras de hoy apedrean comercios y restaurantes de comida rápida porque estan molestos con el gobierno interino, y si otros que reclaman y escriben leyes a favor de la llamada Memoria Histórica, no han intentado siquiera aquello de «borrón y cuenta nueva», por qué ha de tildarse a los cubanos de rencorosos y rabiosos por hacer valer su Memoria. ¿Por qué únicamente a éstos se les exige lo de «borron y cuenta nueva»? Yo creo que es injusto y no se vale. En España nadie se olvida de Franco ni del franquismo y hasta reabren tumbas y reconstruyen las escenas del crimen pero la opinión mundial no ha salido con lo de que hay que dejar atras el pasado y mirar hacia el futuro ni nadie ha tildado de bestias o de retrógrados a todos los que hoy insisten en hacer recuentos y reclamar justicia para las víctimas de aquella dictadura de derecha. Lo que no entiendo es por qué la opinión pública suele emprenderla contra esos viejitos que se reunen a drenar su pena grande en el restaurante Versailles de la calle 8, aquí, en Miami. Ellos también tienen derecho a reabrir las tumbas y la memoria y reclamar con ira o sin ella justicia porque tambien fueron ‒y aún son‒ victimas de una dictadura. Y repito: no se vale.
Por otra parte, cómo voy a avergonzarme del vigor o de los leños prendidos en mi alma de cubano herido, si todo ello me enciende y me levanta y me pone en línea directa con el campo de batalla y hasta me honra y me hace digno. Pero la rabia originaria no es la mía ni es la de los míos, mis cubanos de Miami. Lo bestial no son los gritos de los que todavía sangramos y no se nos ha borrado la imagen aterradora de los muros enrojecidos por la sangre de los que cayeron frente a los pelotones de fusilamiento en los cuarteles comunistas. Lo bestial pertenece a la Bestia, al Usurpador, al Comandante en Jefe de los revolucionarios, a quien nunca le ha temblado el pulso para dar la orden de matar a miles y miles de cubanos. Después la Bestia, en su cinismo, no quiere estar sola el día de su juicio final y hace que el vate de su corte, los trovadores y los payasos, firmen con ella las sentencias de muerte. Entonces no me vengan vates, trovadores y payasos con ese discursito light de que el arte es el arte y está desvinculado de la política. No hay conciertos apolíticos en Cuba. Cantar en Cuba, con la venia del gobierno, es, de alguna manera, hacerse cómplice de todos los crímenes del Usurpador y sus secuaces de la trova y el circo oficialistas.
No. Yo no voy a replegarme jamás ni voy a hacerme el fino y el civilizado, el light, el posmoderno o relativista. ¡Que no! Yo seguiré gritando y drenando con los míos, con esos adorables y honorables viejitos cubanos que cuando se juntan parece que conforman un monumento viviente de la Memoria Histórica Cubana.Un testigo sin par. Y sí, yo siempre gritaré por todos aquellos que no pueden ni gritar o gritan sin que nadie los oiga. Armado de mi rabia, iré una y otra vez al Versailles con mi cartelón de « ¡Abajo el tirano!» y cuantas veces sea necesario y voy a hacerle el coro a nuestros veteranos y a ponerme de su lado. No los voy a dejar ahí solos con sus muertos y con sus heridas. Y luego iré a mi computador y con esa misma intensidad escribiré en mi blog o en el cielo del mundo las verdades calladas o encerradas y traeré a mis tribunas todos esos silencios que, cuando se escapan de las mazmorras del tirano y encuentran una voz, se vuelven truenos.
Y qué se oye en el Versailles?: Truenos, se oyen truenos; viejos silencios que siguen vigentes y que no importa cómo caigan en el oído de la delicadísima y amanerada criatura postmoderna que suele criticar por anticuadas la verticalidad y la rectitud. Mas esos chicos asustadizos que andan so pena de la moda poniendo sus espaldas y no la mano agradecida y respetuosa, no saben que los truenos humanos son cosa eterna y que hay rabias registradas al lado de los amores más grandes y que hasta ya aparecen representadas en la heráldica personal --y en el blasón-- de muchos hombres como Oscar Elías Biscet o como Antunez; porque hay rabias que honran y son espuelas.
Uno a veces tiene que enseñar los dientes para que no vaya el prepotente a pisotearle a uno el corazón. Pero es como me ha dicho hoy una amiga bien templada y hasta más viril que esos metrosexuales de la opinión o esos contritos académicos y filósofos improvisados: «hay dos clases de vino: el blanco y el rojo: el rosado es un invento.» Yo entonces levanto mi copa de vino, bien tinto y bien comprometido porque ya me harta la cantaleta del vinito rosado y la pajarería de ese exilio ‒que ni exilio parece‒ que gasta más balas contra el propio Miami que contra La Habana... y eso ya es una posición que pone muy en duda esa especie de refinado patriotismo o patriotismo academicista que padecen aquellos que le tienen miedo a lo grave y eterno de la vida, a lo concreto y definido, a lo recto y memorable. Pero el único encaje de la patria es la sangre o la voz casi solar de los hombres capaces del compromiso y la entrega. Yo… yo estoy orgulloso de mi rabia, por eso; porque estoy orgulloso de mi amor, de mi manera tenaz y vertical de defenderlo.

1 comment:

Angélica Mora said...

Estimado Osvaldo
todos tenemos rabia. Lo sabio es saber proyectarla
Un abrazo de hermana