Fabiola Santiago
FSantiago@miamiherald.com
Mariela Castro no pudo abandonar el seguro remanso de Estados Unidos esta semana sin revelar su verdadera agenda.
Sintiéndose cómoda e invencible en compañía de liberales aduladores de piscina en California y siguiendo un manual anticuado, la hija de Raúl y sobrina de Fidel se quitó la máscara humanitaria para dedicarse al desprestigiado tema único de la agenda de los hermanos Castro: perpetuarse en el poder.
“Un grupo de la mafia cubana en los Estados Unidos, ¿por qué le están quitando los derechos al pueblo estadounidense de viajar a Cuba? Eso no es justo”, dijo ella en una conferencia de temas médicos relacionados con gays y transgéneros. “Ustedes son millones de personas contra una pequeña mafia de personas sin escrúpulos ... Estamos luchando por los derechos de los cubanos y los derechos del pueblo estadounidense”.
Y así perennemente la vociferante Primera Hija divagaba, dichosa de estar en un país democrático que otorga visas incluso a aquellos que se declaran sus enemigos y donde encuentran un foro de tontos amistosos a quienes divulgar su propaganda bajo el velo de causas humanitarias.
¿A alguien se le ocurrió que Mariela Castro viajó a San Francisco para contribuir a la digna causa de igualdad de derechos para la comunidad gay?
Por favor.
El gobierno cubano y sus emisarios no cesan de ser previsibles. Ahora utilizan los derechos de los gays como solían usar la baraja de la igualdad racial en los años sesenta: para conferirle respetabilidad a un régimen represivo.
Pero Mariela Castro es la emisaria de un régimen que envió a los gays a campos de concentración, calificando su orientación sexual de “desviacionismo ideológico”.
Ella viene de un régimen que encerró a personas con AIDS en un sanatorio lejos de sus seres queridos. Viene de un régimen que ha durado 53 años que le niega al pueblo los derechos humanos más elementales y encierra a la gente simplemente por pedir lo que sólo los privilegiados como ella tienen en Cuba: viajar al extranjero, hablar libremente y disfrutar de las bondades que nos da la vida.
La única razón por la que ella está aquí es para prolongar la vida del régimen, asegurarle a los niños de la dictadura un futuro después de Fidel y de Raúl.
Sin embargo, como uno puede ver en sus charlas y sus ataques en Twitter contra otros cubanos en la isla - como la internacionalmente reconocida periodista y bloguera Yoani Sánchez- esta es una mujer que no sabe cómo participar en un debate abierto sin recurrir a los insultos.
Puede que ella se envuelva en los colores del arco iris del movimiento por los derechos de los gays, pero su fatigosa retórica refiriéndose a los exiliados de Miami como “la mafia cubana” es la misma que la de su padre y su tío.
¿Y cuál es esa mafia cubana que ella considera inescrupulosa? ¿La que envía a Cuba cientos de millones de dólares anualmente en medicina, ropa, aparatos domésticos y dinero en efectivo?
¿Y cuál embargo? ¿El que los hermanos Castro mantienen vivo como excusa para esclavizar al pueblo en una ideología dirigida a mantener la isla-finca en sus manos? (Si ellos quisieran que se elimine el embargo, no derribarían aviones de Estados Unidos en aguas internacionales cuando una administración está lista para ponerle fin; no arrestarían a periodistas independientes y bibliotecarias cuando otra administración está enviando gestos amistosos).
“Esto es lo que nosotros queremos”, dice Mariela Castro: “el poder de emancipación a través del socialismo”.
Eso es lo que quieren los Castro. Pero, ¿y el pueblo cubano, sea gay o no?
Sintiéndose cómoda e invencible en compañía de liberales aduladores de piscina en California y siguiendo un manual anticuado, la hija de Raúl y sobrina de Fidel se quitó la máscara humanitaria para dedicarse al desprestigiado tema único de la agenda de los hermanos Castro: perpetuarse en el poder.
“Un grupo de la mafia cubana en los Estados Unidos, ¿por qué le están quitando los derechos al pueblo estadounidense de viajar a Cuba? Eso no es justo”, dijo ella en una conferencia de temas médicos relacionados con gays y transgéneros. “Ustedes son millones de personas contra una pequeña mafia de personas sin escrúpulos ... Estamos luchando por los derechos de los cubanos y los derechos del pueblo estadounidense”.
Y así perennemente la vociferante Primera Hija divagaba, dichosa de estar en un país democrático que otorga visas incluso a aquellos que se declaran sus enemigos y donde encuentran un foro de tontos amistosos a quienes divulgar su propaganda bajo el velo de causas humanitarias.
¿A alguien se le ocurrió que Mariela Castro viajó a San Francisco para contribuir a la digna causa de igualdad de derechos para la comunidad gay?
Por favor.
El gobierno cubano y sus emisarios no cesan de ser previsibles. Ahora utilizan los derechos de los gays como solían usar la baraja de la igualdad racial en los años sesenta: para conferirle respetabilidad a un régimen represivo.
Pero Mariela Castro es la emisaria de un régimen que envió a los gays a campos de concentración, calificando su orientación sexual de “desviacionismo ideológico”.
Ella viene de un régimen que encerró a personas con AIDS en un sanatorio lejos de sus seres queridos. Viene de un régimen que ha durado 53 años que le niega al pueblo los derechos humanos más elementales y encierra a la gente simplemente por pedir lo que sólo los privilegiados como ella tienen en Cuba: viajar al extranjero, hablar libremente y disfrutar de las bondades que nos da la vida.
La única razón por la que ella está aquí es para prolongar la vida del régimen, asegurarle a los niños de la dictadura un futuro después de Fidel y de Raúl.
Sin embargo, como uno puede ver en sus charlas y sus ataques en Twitter contra otros cubanos en la isla - como la internacionalmente reconocida periodista y bloguera Yoani Sánchez- esta es una mujer que no sabe cómo participar en un debate abierto sin recurrir a los insultos.
Puede que ella se envuelva en los colores del arco iris del movimiento por los derechos de los gays, pero su fatigosa retórica refiriéndose a los exiliados de Miami como “la mafia cubana” es la misma que la de su padre y su tío.
¿Y cuál es esa mafia cubana que ella considera inescrupulosa? ¿La que envía a Cuba cientos de millones de dólares anualmente en medicina, ropa, aparatos domésticos y dinero en efectivo?
¿Y cuál embargo? ¿El que los hermanos Castro mantienen vivo como excusa para esclavizar al pueblo en una ideología dirigida a mantener la isla-finca en sus manos? (Si ellos quisieran que se elimine el embargo, no derribarían aviones de Estados Unidos en aguas internacionales cuando una administración está lista para ponerle fin; no arrestarían a periodistas independientes y bibliotecarias cuando otra administración está enviando gestos amistosos).
“Esto es lo que nosotros queremos”, dice Mariela Castro: “el poder de emancipación a través del socialismo”.
Eso es lo que quieren los Castro. Pero, ¿y el pueblo cubano, sea gay o no?
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