Foto: EFE/Alejandro Ernesto
DORA AMADOR
Hombre hipócrita, de mala intención y catadura, eso se quiere decir en el habla popular el término fariseo. Como significante cristiano, es peor, porque fueron los fariseos los que condenaron y crucificaron a Jesús. Como Cuba y la Iglesia son mis dos pasiones –cito al sacerdote letrado cubano, miembro de la Academia Cubana de la Lengua–, mi conciencia no me permite ignorar en silencio el ultraje a la Iglesia y a Cuba de Mons. Carlos Manuel de Céspedes, gran admirador del Che Guevara.
“La situación de la Iglesia en Cuba, es una situación normal, completamente normal, como puede ser en cualquier otro país católico y mejor que en muchos”, afirmó monseñor De Céspedes en una entrevista que le hizo Amaury Pérez Vidal en el programa de televisión que dirige, Con dos que se quieran. Quise leer la transcripción de la entrevista completa, que publica siempre la página web comunista Cubadebate.
Qué pena que no mencionó ni una sola vez a Cristo ni le interesó aprovechar –como dice Pablo que es deber de todo cristiano, a tiempo y a destiempo– la magnífica oportunidad de llegar a todo el pueblo de Cuba para sabiamente evangelizar, anunciar la Palabra de Dios. De Céspedes no pudo, su ego, de proporciones cósmicas, no se lo permitió, sólo se anunció a sí mismo, con bombo y platillo.
Sí habló mucho de su conocimiento de latín y griego, de sus estudios de teología, sus maestrías y doctorados, su profesorado en el Seminario ad náuseam, su cultura, de eso sí habló mucho. Pura vanagloria. La Iglesia y Cuba, dijo, son sus dos pasiones, ¿Qué Iglesia? ¿Qué Cuba?
Monseñor miente y lo sabe. ¿Por qué? Para no buscarse problemas con el régimen, he ahí la complicidad con el mal, la banalidad de su vanidad se hace cómplice de la infamia castrista.
¿Es normal en un país católico que no haya escuelas ni universidades católicas? ¿Es normal que el Cardenal sea copartícipe, por ejemplo, de la desdicha de los ex presos políticos en España, presionando a los presos y a sus familiares para que se fueran al destierro? ¿Es normal que un cardenal acepte hacer eso con el Estado, sabiendo que sus actos son anticristianos? El Cardenal y Monseñor de Céspedes son fariseos y letrados, los mismos que Jesús condena en los evangelios.
Decir que la situación de la Iglesia en Cuba es normal y “mejor que en muchos países’’ no debía dar motivo de ira, porque ya sabemos cómo son los jerarcas católicos cubanos (algunos, debo decir, porque hay muy buenos curas y religiosos entregados por completo a la obra de Dios, no del demonio). Pero es inútil intentar desprenderse de esto que sucede en la Iglesia: su rechazo a toda o todo activista de derechos humanos, de los opositores, la mayoría cristianos que han buscado a veces palabras de consuelo, refugio en esa Iglesia que los ha traicionado, como Judas, son las 30 monedas de los automóviles, las comodidades de que gozan los que dirigen esa institución lamentable. Pero el Espíritu de Dios es más fuerte y ya Jaime Ortega se va, y la generación de Monseñor De Céspedes también está pasando, es la de los Castro. Confío mucho en la juventud cubana católica, que renovará la faz de esa Iglesia.
“La situación de la Iglesia en Cuba, es una situación normal, completamente normal, como puede ser en cualquier otro país católico y mejor que en muchos”, afirmó monseñor De Céspedes en una entrevista que le hizo Amaury Pérez Vidal en el programa de televisión que dirige, Con dos que se quieran. Quise leer la transcripción de la entrevista completa, que publica siempre la página web comunista Cubadebate.
Qué pena que no mencionó ni una sola vez a Cristo ni le interesó aprovechar –como dice Pablo que es deber de todo cristiano, a tiempo y a destiempo– la magnífica oportunidad de llegar a todo el pueblo de Cuba para sabiamente evangelizar, anunciar la Palabra de Dios. De Céspedes no pudo, su ego, de proporciones cósmicas, no se lo permitió, sólo se anunció a sí mismo, con bombo y platillo.
Sí habló mucho de su conocimiento de latín y griego, de sus estudios de teología, sus maestrías y doctorados, su profesorado en el Seminario ad náuseam, su cultura, de eso sí habló mucho. Pura vanagloria. La Iglesia y Cuba, dijo, son sus dos pasiones, ¿Qué Iglesia? ¿Qué Cuba?
Monseñor miente y lo sabe. ¿Por qué? Para no buscarse problemas con el régimen, he ahí la complicidad con el mal, la banalidad de su vanidad se hace cómplice de la infamia castrista.
¿Es normal en un país católico que no haya escuelas ni universidades católicas? ¿Es normal que el Cardenal sea copartícipe, por ejemplo, de la desdicha de los ex presos políticos en España, presionando a los presos y a sus familiares para que se fueran al destierro? ¿Es normal que un cardenal acepte hacer eso con el Estado, sabiendo que sus actos son anticristianos? El Cardenal y Monseñor de Céspedes son fariseos y letrados, los mismos que Jesús condena en los evangelios.
Decir que la situación de la Iglesia en Cuba es normal y “mejor que en muchos países’’ no debía dar motivo de ira, porque ya sabemos cómo son los jerarcas católicos cubanos (algunos, debo decir, porque hay muy buenos curas y religiosos entregados por completo a la obra de Dios, no del demonio). Pero es inútil intentar desprenderse de esto que sucede en la Iglesia: su rechazo a toda o todo activista de derechos humanos, de los opositores, la mayoría cristianos que han buscado a veces palabras de consuelo, refugio en esa Iglesia que los ha traicionado, como Judas, son las 30 monedas de los automóviles, las comodidades de que gozan los que dirigen esa institución lamentable. Pero el Espíritu de Dios es más fuerte y ya Jaime Ortega se va, y la generación de Monseñor De Céspedes también está pasando, es la de los Castro. Confío mucho en la juventud cubana católica, que renovará la faz de esa Iglesia.
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